Acariciaba el cielo
más cercano
Probando los estados
ya desechos
Al alcance de sus triunfos
y sus manos
Semilla de vulgo, sin
saberlo, de ella, estaba hecho
Quitaba previamente su
legajo
Buscando una raíz sana
y exótica
Que diera a su
intelecto, fruto y cambio
Y arranque para
siempre de su historia
Lo oscuro, que llevaba
su mandato
Entintó desde su
vista silenciosa
El pulpito degradante
del cansancio
Y fuese el mismo, así, nombrado Rey
del Anti Santo
Con carteles de
presunto milagreros
A los que intimidaba
Poniasé y sacabasé el sombrero
Al instante para siempre sepultaba
Encogiéndose de altares glamorosos
Por la boca
estrepitosa, echaba fuego
Y mediase en los
cielos caudalosos
Celeste entre los blancos,
descansando…
Prosiguiendo
la aventura de los negros…
Escribas, donosas,
en revistas de suicidas
Ahogaba sin medir, su verdad
lasciva
Convenciendo por
todos los rincones
Como puesta de materia,
la mentira..
Aun así, era un gran
sabio, de las artes que llevaba tan adentro,
Que, doloso entretenía
a su lamento y proseguía de, él, haciendo escarnio…
María Verónica García
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