Alegre la risa
danza, en el lazo blanquecino,
que se desprende de la luna
E Ilumina tu pecho adamantino y Organza que como
un cincel desplaza la otrora bruma
El gradiente, de tus manos!...
genera más luz para
impulsar a las mías
En ese acto
sublime y despiadado, donde se
mezclan nuestros cuerpos, nuestras almas
Se reencarna la ambrosia perdida…
En la más brutal
alianza donde hasta la piel se revela a cada estrella y la
toma en forma de escama…
Absorbiendo la cenefa
de sus puntas plateadas, ahora
adormecidas…
De tanta, lava
derramada…
De tanto, llanto de alegría…
Bocas
fatigadas, fundidas, en un eterno abrazo…
Labio con labio…
La única prisa
sentirte nuevamente
En los huecos de los
poros ardientes por nuestro Amor aromados de gloria!
Alcanzado el alba y el ocaso
Formando hasta siempre, nuestra propia historia…
María Verónica García
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